Al
hilo de la celebración el pasado sábado 16 de noviembre del día del Patrimonio Mundial planteamos los retos a los que hoy en día se sigue
enfrentando la gestión del patrimonio cultural, a pesar del desarrollo de
normativas y el “impulso” desde las administraciones de su puesta en valor. Día
a día se siguen produciendo agresiones, abandonos, cierres y sobretodo un gran desconocimiento en torno al valioso
legado patrimonial de los pueblos y ciudades de España. En esta situación
planteamos cinco grandes retos a los que debe saber sobreponerse la gestión del
patrimonio para trazar modelos de
éxito.
Reto I: La falta de conciencia de la sociedad en la
conservación del patrimonio
El
patrimonio cultural es siempre el resultado de la evolución y los usos de una
sociedad, por tanto su raigambre entre las personas es una de sus notas
definitorias. Frente a esta definición teórica nos encontramos como gran parte
de la sociedad da la espalda a su patrimonio, de igual manera que se abandona
la tradición y las costumbres, a favor de una cultura globalizada. Ello deviene
en una falta de conciencia del valor del patrimonio y de la necesidad de su conservación como legado de la sociedad y fuente de riqueza. La consecuencia es
que el patrimonio se queda sin el sustrato que le ha dado sentido, las
personas, quedando a merced de intereses económicos y políticos frente a los
cuales carece de defensa sin una sociedad que lo reclame como propio y valioso.
Para
fomentar la conciencia del valor del patrimonio debe hacerse hincapié en su
conservación desde la infancia. Aprovechando las capacidades educativas del
patrimonio, no como meras visitas de esparcimiento si no como auténtico recurso
docente al servicio del profesorado.
Reto II: La falta de compromiso de los titulares del
patrimonio.
En
muchos casos los titulares del patrimonio mueble e inmueble lo son de manera
involuntaria: Administraciones Públicas que acumulan colecciones y edificios
por virtud de la ley, obispados que asumen los legados de los conventos
cerrados, empresas que adquieren bienes por operaciones financieras, etc. Estos
titulares que debieran asumir labores de conservación y gestión, suelen carecer
de la sensibilidad e interés como para ser conscientes del legado que tienen
entre manos, valorando únicamente los gastos derivados de su conservación y no
el rendimiento que sería capaz de generar. Lo que derivará en problemas en
cuanto a su protección y la necesidad de alcanzar rentabilidad financiera.
Esta
realidad es además una pescadilla que se muerde la cola, pues quienes podrían
obligar a la conservación son las AAPP que no sabiendo qué hacer con el patrimonio
en sus manos difícilmente van a asumirr la expropiación de nuevos recursos, lo que deriva
en ejemplos sangrantes de agresión y abandono del patrimonio que no debieran
tolerarse.
Reto III: La desprotección del patrimonio local.
A
pesar del desarrollo legislativo sobre patrimonio cultural siguen existiendo campos
desprotegidos, especialmente en lo que se refiere al patrimonio local. Esto no
se debe tanto a una mala legislación si no a la suma de los factores antes
mencionados: la falta de conciencia y la titularidad. En su conjunción nos
encontramos con elementos que ante la insensibilidad de sus dueños, la falta de
visión de las administraciones públicas y la baja conciencia de la sociedad, desaparecen. Raro es el pueblo o ciudad que no pierde recursos patrimoniales
bajo la consigna de no haber alcanzado la categoría de BIC o formar parte de
alguno de los inventarios que promueven las CCAA. Esto conduce al empobrecimiento de la cultura local y a una idea de patrimonio elitista en el que solo se conservan las joyas principales.
Reto IV: La primacía de la rentabilidad financiera
como criterio de gestión.
El
desarrollo de los estudios sobre gestión y puesta en valor han calado solo
parcialmente en los responsables culturales, asumiendo la idea de la
rentabilidad del patrimonio de una manera cuanto menos incompleta. La
rentabilidad del patrimonio no puede medirse con criterios de mercado, en
primer lugar porque su rendimiento va más allá del puramente financiero de los
gastos y los ingresos, pero además porque carece de las condiciones para
competir bajo las reglas del libre mercado. Primar la rentabilidad financiera
del patrimonio conduce a la infrautilización del mismo, y en muchos casos a la
devaluación de su contenido. Los altos costes de mantenimiento son difícilmente compensable con los ingresos a corto plazo, lo que desincentiva la inversión en patrimonio. Sin embargo la aplicación de modelos económicos en los que se tenga en cuanta su naturaleza de bien público permitiría desarrollar mejores herramientas para evaluar la eficacia de la puesta en valor del patrimonio más allá de los flujos de efectivo.
Reto V: Introducirse entre las propuestas de moda.
Por
último, el patrimonio debe enfrentarse también a las modas y tendencias.
Aspecto que a priori no resulta favorable por cuanto se considera el área más
tradicional de la cultura y por tanto fuera del circuito cultural más
vanguardista. Sin embargo el propio concepto de moda es cambiante, y la gestión
del patrimonio debe saber buscar formas para explicar con lenguaje del siglo
XXI toda la herencia cultural que ha permitido que hoy en día se pueda vivir en
la sociedad posmoderna en que nos encontramos. Pero la moda también afecta a la protección del patrimonio, así el proceso de ampliación del concepto de patrimonio cultural hace que las nuevas categorías compitan por la protección contra los elementos más tradicionales. Todo ello es el resultado de una visión parcial e incompleta del valor del patrimonio en el que la suma de recursos redunda en el conocimiento de una realidad cultural.